Marnie es una chica adicta al sexo. O eso parece creer ella. Lo que está claro es que algo, no termina de ir bien en su cabeza. Dice que es como el niño de El Sexto Sentido con la única diferencia de que no ve muertos. En vez de eso, puede ver a la gente desnuda. Incluso a veces protagonizando todo tipo de situaciones sexuales comprometidas que la hacen ruborizar en más de una ocasión. El pequeño pueblo en el que vive es bastante opresivo por lo que decide trasladarse a Londres y ponerse en manos de una terapeuta. Y es ahí donde comienza su auténtica aventura y desmelene. Miniserie de seis capítulos que nos lleva por una trama que arranca de una forma ciertamente original (durante los tres primeros episodios al menos) pero que evoluciona hacia un producto al uso. Es decir, lo que atrapa al espectador en sus inicios va perdiendo fuelle hasta derivar en una especie de comedia semiromántica que va careciendo de interés al final. De todas formas, es ideal para una maratón puesto que la duración total es de poco más de tres horas. Vale la pena por sus proposiciones indecentes preliminares aunque luego todo se diluya en algo menos ocurrente. Recomendada especialmente a los amantes de las comedias británicas, el humor típico de esos lares y los acentos cerrados.